Las bipolaridades del chino bipolar


Pues sí, amigos míos: quien tiene un amigo chino tiene un tesoro. Y de verdad que así lo creo, porque pocas veces me he encontrado con gente tan entregada y dedicada a sus amigos. Hoy quiero hablaros principalmente de mi amigo Jake, el archiconocido «chino bipolar», y de sus cosas de... bueno, las que te hacen llamarlo «el chino bipolar» o Huang «Grillao» o cualquier otro sobrenombre que acentúe los niveles de aleatoriedad de sus acciones. El muchacho era todo un tesoro de situaciones absurdas y disparatadas, y hoy le quiero rendir homenaje.

En La Bamba, Wudaokou - Haidian


El otro día estábamos hablando de las vacaciones de verano (shujia 暑假) y de nuestros planes por el chat. Nosotros nos conocimos en Beijing en la Universidad de la Ciencia y la Tecnología (北科大, a la que terminamos llamando 菊花大, la universidad del ojete), donde por avatares del destino y de la burocracia china me tocó estudiar (siendo traductora, porque estando al lado la Universidad de la Lengua y la Cultura lo lógico y natural es mandar a la traductora a la universidad de las ingenierías y las matemáticas) y él estaba su primer año de carrera. Ahora está en Australia haciendo sus estudios de postgrado, y cuando le pregunté si iba a ir a casa este verano me dijo que no, que se quedaba en Sidney a disfrutar de la vida alegre porque en casa no tenía nada que hacer. Le comenté que yo iría unos días a Beijing después de cumplir con mi semana de trabajo en Shanghái, para recordar los viejos tiempos, hacer el laowai y qué sé yo. Bueno, pues no llevábamos ni 10 minutos hablando cuando, de repente, me planta en la pantalla una captura de imagen de unos billetes de avión. ¡Ojo!, no reservados o en proceso o en plan «¿te gustaría que...?». No, no, comprados y cerrados. Ante mi feliz asombro, lo único que dijo fue que de todas formas tenía que ir a visitar a sus abuelos. En menos de 10 minutos habíamos pasado de «no tengo nada que hacer en casa» a «pues tengo abuelos, y si quieres te recojo en el aeropuerto». Ahí lo tenéis: el chino bipolar.

Recuerdo aquella vez que caí enferma en navidades de 2011 y no podía salir de mi cuarto. Cuando Jake se enteró, me dijo «no te preocupes, hermana, voy yo a visitarte y a cuidar de ti». Claro, como buena laowai que era y soy, yo pensé que lo decía en el mismo sentido en el que lo decimos nosotros: te visito, hablamos un rato para que no te aburras y luego me voy (antes de que me pegues tus virus, por cierto). Pero cuando abrí la puerta, me encontré con un Jake cargado de especias y cacharros de cocina; según su familia, lo mejor para sudar un resfriado es beber té de jengibre con especias, así que se había traído (o había comprado) todo lo necesario para prepararlo en mi residencia. Y eso fue lo que hizo. Bueno, aparte de mirarme al careto y decirme «buah, estás horrible, hermana» (gracias, honestidad china), me dejó acostada, me puso la tele y se puso a hacer té, todo ello mientras me daba conversación y amenizaba mis horas de clausura. Cuando hubo transcurrido un tiempo prudencial, decidió irse para dejarme reposar (o para dejar de verme porque estaba horrible...), así que recogió todos sus bártulos y se marchó.

Helo ahí, con unas rodilleras pero sin patines ni nada. Tal cual.


Ese mismo invierno tuve un problema estomacal causado por los altos niveles de grasa de la comida del campus. Pasé al menos dos semanas en las que solo podía comer patatas cocidas o asadas y arroz blanco (lo cual, por cierto, no resultó muy favorecedor para mi figura, ejem) hasta que mi estómago pudo tolerar la ingesta de otros alimentos más agresivos. Como no podía ser de otra forma, Jake se enteró del asunto, y creedme cuando os digo que no caería en saco roto. Semanas más tarde, terminamos el primer semestre y llegarón las vacaciones de invierno (hanjia 寒假) y los preparativos para el Año Nuevo Chino; yo decidí volver a España para celebrar unas navidades tardías con mi madre, así que llegó el momento de las despedidas. Pasé la última tarde con algunos compañeros (Linda la etíope, el ruso, Henry —¡el chino que hablaba inglés!—) y acabé dando un paseo con Jake por el campus. Aparte de mencionar que me había puesto gorda (o me quieres o me odias, decídete porrr diossss), cuando se hizo tarde paró en una de esas tiendas tipo tengo de todo, desde bañadores para la piscina hasta pinchitos 串儿, y todo en dos metros cuadrados de espacio y entró a comprar algo. Al salir, me dijo que tenía un regalo de despedida para mí, lo cual me hizo sentir un tanto abrumada a la par que agradecida. De forma muy solemne, me pidió que cerrase los ojos y extendiese las manos. Y así hice: allí estaba yo, toda mi fe puesta en unas manos extendidas a ciegas y mis esperanzas en que el regalo no fuese demasiado comprometedor. Y entonces, ocurrió: me plantó un boniato asado en las manos. Una puta batata, todavía caliente del horno.

Claro, aquí a una se le rompen los esquemas por completo. Estás casi esperando que el regalo sea medio romántico, dada la solemnidad que le puso el colega al momento, y va el pavo y me da una papa asada... Nada dice «te echaré de menos» como el solemne depósito de un tubérculo asado en las manos. Queridos amigos, ahí está: el chino bipolar.

¡Pero el caso es que así era! Literalmente, lo del boniato era la forma más profunda y significativa que encontró en aquella tienducha mugrienta para expresar su preocupación por mí: yo me iba de viaje y solo podía comer patatas cocidas o asadas por la gastritis, ¡todavía se acordaba! Así se aseguró de que no pasase hambre, no me diréis que no es una ternura.



Con el tema del billete de avión pasa un poco lo mismo. Los chinos tienden a interpretar de forma literal muchas de las expresiones que usamos en el día a día: «a ver si nos vemos», «tenemos que quedar», «pásate por casa a tomar un café», etc. Esto está muy arraigado en su cultura y choca de manera frontal con nuestros usos y costumbres. Lo que para nosotros es una fórmula de cortesía para cerrar una conversación o encuentro, para un chino es un compromiso o invitación directa. En el caso de mi conversación con Jake, cuando yo le dije «qué pena, me habría gustado verte», él leyó «quiero verte, ven», que era en realidad lo que a cualquiera le hubiera gustado decir pero jamás diría por pudor. Pero allá que se lanzó él en plan caqui a comprar los billetes de avión, porque había una invitación implícita. Y situaciones de esas se propiciaron por docenas durante los dos años que pasé viviendo en el campus.

Algunas de las cosas que se traía nos dejaban locos a todos. Una vez le dio por ver si podía desintegrar Facebook a base de cambiarse el nombre en su página y lo hizo como 5 veces en la misma semana, y no había narices de dar con él porque no sabíamos quién era. Un día era Jake, otro era Huang Yiyao, otro Sperminator porque había jugado a no sé qué juego de móvil... Y así fue como acabamos llamándolo «el chino bipolar».

Pero el chaval siempre ha tenido grandes detalles conmigo y todas sus locuras siempre me han hecho reír. Un día me llamó y me pidió que fuese a una de las aulas de clase para enseñarme algo, y nos sorprendió a Linda y a mí tocando el tema principal de Super Mario Bros con el fagot, porque había visto en mi cuarto muchas cosas de Super Mario y sabía que me gustaba.



Y luego aquella vez que estaba estudiando para los examenes en uno de los edificios de economía y me dijo «pásate y nos tomamos un té». Pensé que lo mismo íbamos a alguna parte. Pero no, claro que no. ¿Y sabéis por qué? Porque eso habría tenido lógica. Lo que ocurrió fue que cuando vino a mi encuentro al hall del edificio, empezó a abrirse el abrigo de forma sugerente y sexy para... empezar a sacarse un hervidor de agua, un saco de hierbas para hacer té, una bandeja de tomates cherry y no recuerdo qué otra cosa más (me reventaron las neuronas en aquel momento), y montó una merendola en una de las mesas en la entrada del edificio de económicas. Normal.


Con todo esto lo que os quiero decir es que los chinos invierten mucho, mucho en sus amistades. Si van a ser tus amigos, LO VAN A SER HASTA EL FIN, y esto es una cosa que me encanta de la cultura china, que todo el mundo termina siendo una gran familia y se cuidan los unos a los otros. Y puede que al principio no entendáis lo que están haciendo o lo que está pasando (o que tengáis frío, miedo, dudas existenciales, os replanteéis la vida y cuestionéis todas las decisiones que os han conducido a ese momento de absurdez infinita que estáis experiementando). Pero si vuestros amigos hacen algo que os resulta raro, paraos a pensarlo detenidamente y estoy segura de que hallaréis la lógica (china) subyacente. Cuidad muy bien a vuestros amigos chinos, porque se lo merecen sin lugar a dudas.

Ya os contaré qué tal el tan esperado reencuentro con el chino bipolar en unas cuantas semanas, ¡me hace mucha ilusión!

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