Encargar comida por teléfono (订餐)

Sí amigos. Prolíficos los fines de semana. Todo tipo de situaciones absurdas y descabelladas pueden ocurrir cuando una tiene un poco de tiempo libre para salirse del esquema habitual. 

Como este fin de semana he mandado a mi amigo el ruso a revisar los objetivos de la Perestroika, estoy disfrutando del ya mencionado y muy ansiado tiempo libre que me permite payasear por China impunemente y feliz. Por eso, el sábado me di a la improvisación y decidí que, en lugar de hacer lo de todos los días y salir a buscar comida, la comida vendría a buscarme a mí, para variar, así que cogí mi teléfono y marqué el número de un restaurante de comida rápida japonesa, Yoshinoya.


Eran las 12:20 del medio día. Pedir la comida fue fácil: me cantaron los números de mi móvil, me preguntaron nombre y dirección y, finalmente, qué quería encargar. Cuando terminé, me informaron de que la comida tardaría más o menos una hora en llegar, y que tendría que pagar 7 yuanes adicionales porque el pedido no superaba los 99 yuanes. A siete grados en la calle, acepté gustosamente pagar 35 yuanes por una comida.
El tiempo se pasó rápido porque estaba entretenida actualizando el blog y escuchado las rocambolescas historias que suelen tratar los culebrones chinos, pero cuando quise acordar ya eran las 14:15 y mi comida aún no había llegado. Así pues, volvía  coger el teléfono y llamé al restaurante. Informé a la señorita que hacía unas dos horas que había encargado una comida y que aún no me había llegado, a lo que me respondió una retahíla en chino que no pude comprender muy bien pero que seguramente sería: A. Tenemos mucha gente, pero ya tiene que estar a punto de llegar; B. Vamos a llamar al pavo que reparte la comida a ver qué ha pasado; o C. Se nos ha olvidado completamente. Sea como fuere, el caso es que me tenían esperando a palo seco, así que la excusa poco importaba.

Me conformo con el bol de verduras, pero traedme algoooooo....

Seguí esperando hasta las 15:00, momento en el que decidí que ya estaba bien de esperar y me calenté algo de comida que tenía reservada para la cena. Justo cuando aposenté mis cristianas posaderas en la silla para comer, recibí una llamada de un número más largo que un día sin pan (o sin arroz encargado hace 3 horas). Era el repartidor, que me dijo que ya venía para acá. Retiré la comida de la mesa, la guardé en un tupper y bajé a la puerta a esperar al notas. Bajé con lo puesto, una camisa, porque claro, "ya venía". Pero, viendo que no, me di un paseo por los alrededores hasta el Edificio 4 (sospechando que, visto que ya habían pasado 3 horas, el tío posiblemente no supiese encontrarse el culo ni con ayuda de un mapa, cuánto menos la ubicación de mi edificio...). Cuando regresé a la puerta de mi edificio, le llamé por teléfono y le pregunté dónde estaba. Volvió a decirme (creo) que estaba de camino, y luego me soltó no sé qué galimatías en chino de que no le llamase a ese número, y me cantó sobre la marcha otro número de teléfono que tuve que memorizar sin poder apuntarlo, porque estaba en la puta calle helándome el culo. Subí corriendo hasta mi habitación, cantando el número en voz alta para no olvidarlo, y justo cuando estaba a punto de escribirlo en un papel, el repartidor me llamó desde el susodicho, diciéndome que ya podía bajar a recoger mi comida.
Así que, ooootra vez, volví a bajar las escaleras, con el dinero preparado para pagar y volver a subir. En la puerta no había nadie. Transcurridos 5 minutos de "gilipollas en camisa plantada en la puerta con el dinero en la mano", me vuelve a sonar el móvil. Es el chino, preguntándome si voy a bajar o no, a lo que le respondo que estoy en la puerta desde hace un rato. -¿Ei? -sonidito de asombro- ¿en la puerta del Edificio 4? -No -mantecas-, en la Oficina Internacional, la dirección que te han dado... anda, espérame allí, que ya voy.
Foto temporal. Mi periódico ni siquiera resulto ser de Taiwán...
Total, que a cuerpo alegre, eché a correr hacia el Edificio 4 (oootra vez...) que, menos mal, está a unos escasos 300 metros de mi puerta. Cuando llegué, seguramente el careto que llevaba puesto debió delatarme, porque el chino no tuvo duda de que se trataba de mí. Me soltó un tímido ni hao, seguido de un buhaoyisi (lo siento). Le dije que había estado esperando medio día a que llegase, a lo que me respondió algo que no entendí pero que seguramente sería mentira. A continuación, me dio mi paquete, me enseñó el recibo y me dispuse a pagar la factura, obviamente sin propina. Mientras rebuscaba en el bolsillo para sacar la calderilla, le escuché decir que me iba a regalar un periódico, por las molestias. ¿Comorl? Levanté la vista y, sí, allí estaba el tío, sosteniendo un periódico en la mano. Seguramente el mismo puto periódico que se habría estado leyendo en lugar de venir a darme mi comida, por ejemplo. 
Me quedé pasmada, con cara de palo, mirándole. 
El tío me mira. 
Yo le miro.
Me dice "es de Taiwan". 
Sigo mirándole...
"Lo siento", vuelve a decir, ya como último recurso. 

Total, que así mi periódico, mi absurdo paquete de arroz con verduras y volví caminando hacia mi edificio. Las 15:20. Tres horas después, un periódico y más conversaciones telefónicas con un chino anónimo de las que he tenido con mi novio esta semana, me puse a comer. "Comida rápida", dicen. Desde luego, rápido me la comí.




Moraleja: la próxima vez, mueve el culo, so morsa.
¡Feliz semana!

Comentarios

  1. Esto ha sido tan brutal que casi se me salen por la nariz los fideos al curry que estoy cenando, a tu salud Lar xDDD (moraleja: la próxima vas personalmente al arrozal recoges tu el arroz te vuelves y lo cocinas, seguro tardas menos xD)

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  2. XDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD ¡¡¡GENIAL!!!

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  3. Comida rápida... de hacer, no de entregar.
    ¡Una vez más te has vuelto a superar, Larilla!

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  4. XD Muy grande. Escribe más!

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