Torres del Tambor y la Campana de Beijing (北京鼓楼和钟楼)




¡Buenas a todos!

Continuando con mi serie de paseos sin rumbo por Beijing, decidí pasarme a visitar las torres del tambor (gulou 鼓楼) y de la campana (zhonglou 钟楼), que se encuentran ubicadas en el extremo norte del eje norte-sur que divide la ciudad de Beijing en dos mitades simétricas. Ay, Beijing, le das paz interior a mi OCD.

Para llegar hasta allí, basta con bajarse en Shichahai, línea 8, y caminar 5 minutos. La inmensa mole que es la torre del tambor domina toda la zona, no tiene pérdida. La entrada a la torre del tambor cuesta 25 yuanes, pero si pagáis 30 yuanes podéis visitar ambas estructuras. 


Las torres del tambor y la campana servían para dar la hora, siendo la torre del tambor la encargada de anunciar las horas del día y con su último toque el atardecer, y la de la campana, las 5 divisiones Geng de la noche y con la última el amanecer. Estas torres han estado en funcionamiento desempeñando esta labor la friolera de 652 años, abarcando las dinastías Yuan, Ming y Qing, desde 1272 hasta la deposición del último emperador en 1924. Se comienza la visita por la torre del tambor, que es la que tiene más que ver. En el patio interior hay un corredor que rodea la torre y donde hay placas informativas sobre eventos astronómicos de relevancia para el calendario chino. Subir a la torre es una maravilla: las escaleras más largas e inclinadas del mundo os aguardan. La verdad, creo que no hay nada mejor que subirse ciento y pico escalones de 20 cm cada uno en una sofocante y húmeda mañana de verano pequinés; a menos que uno se los suba comiéndose unos pinchitos picantes por el camino, eso puede que sea todavía mejor.



Una vez arriba, a ciertas horas se puede disfrutar de una pequeña exhibición de toque de tambor, además de unas vistas muy bonitas desde la balaustrada. Original solo queda un tambor de los 25 que había antaño, pero la sala contiene reproducciones fieles de los originales para llenar los espacios y una pequeña muestra de clepsidras (relojes de agua), relojes de bola, de incienso y de sol que los chinos empleaban para medir el paso del tiempo.

Este es el tambor original, en el que se aprecian marcas de cuchillos de cuando la invasión de Beijing de 1900. 2,2 metros de alto en total.

Y he aquí la instantánea de la muestra de toque de tambor.

Alrededor de toda la planta alta hay además explicaciones sobre las distintas épocas del año chino, que está dividido en 24 partes: grandes lluvias, pocas lluvias, poco calor, mucho calor, fin del calor... Estas son las divisiones solares o Qi. Todo esto lo compartiré con los lectores en otra publicación.

Al otro extremo de la plaza está la torre de la campana, que como bien indica su nombre aloja una campana de unos 7 metros de alto alrededor de la cual flota una leyenda. Esta campana se fundió durante el reinado del emperador Yongle de la dinastía Ming.

Torre de la campana

Desde el patio interior, 47 metros de altura

Cuando se construyó la torre de la campana, el emperador expresó su deseo de que se fundiese una campana de grandes dimensiones para anunciar las horas, para lo cual convocó a todos los orfebres de la ciudad para que viniesen y fabricasen su campana. Sin embargo, crear esta campana no era nada fácil, y la fundición seguía sin dar los frutos deseados, de modo que el emperador comenzó a impacientarse. Dio a los orfebres 80 días para que fabricasen la campana, o todos ellos serían decapitados. La hija de uno de estos orfebres, la joven Hua Xia, viendo que transcurrían los días y todo el proceso seguía fallando, decidió sacrificar su vida para conmover a los dioses y salvar la vida de su padre. Así que hizo el típico "¡mira, papá, ¡por ahí viene Confucio!" y cuando el padre apartó la vista se arrojó al balde de cobre fundido. Y, milagrosamente, esta vez cuando moldearon la campana y la enfriaron, esta no se rajó. Y esta es la leyenda de la diosa de la campana.

Así que ya lo sabéis: el secreto está en sacrificar doncellas, como siempre.

Le daban 108 toques a la campana en cada anuncio: 18 rápidos, 18 lentos, 18 ni pa ti ni pa mí, y luego repetían una ronda más.

La campana hay que tocarla con un ariete, claro. Un pez dorado.

Vista de la torre del tambor desde la torre de la campana.

Alrededor de la estructura que sostiene la campana hay grabados en madera que ilustran como se fabrican las campanas según las técnicas tradicionales chinas. Sin hijas en la receta, al menos que yo haya visto.

Esta es una visita muy cortita, asequible y agradable para pasar la mañana. Para terminar, podéis sentaros a recuperar las fuerzas en la plaza que separa ambas torres, que es la "plaza de la ironía" porque tiene un cartel que prohibe hacer de todo: montar en bici, pasear perros, dar voces, jugar... Y ves a los chinos jugando al badminton, pasear con bicis, perros y motos eléctricas, al tío del rickshaw intentando llevarte de pasero, y mil cosas más. Una vez había un señor tocando un pasodoble, más español imposible. Las plazas chinas siempre son una buena opción para distraerse.


Señoraaaaa, le van a crujir una multaaaaaa

Espero que os haya resultado interesante, ¡espero que me dejéis comentarios si las habéis visitado o si las pensáis visitar!

Comentarios

  1. Muy interesante, como siempre.
    Una duda, con lo daos que son los chinos a las tecnologías...¿No podian poner escaleras automáticas?.
    No necesito ir con tus explicaciones, es mas, si decidiera ir no sería igual sin ti.
    Gracias. Te Quiero

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  2. Sé que estuve, pero no recuerdo su subí y, desde luego, Toni no contó nada de eso. Así que la próxima vez iré contigo 😉😘

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