Pedigüeños con QR: la bizarra evolución de la sociedad china



No es broma. Lo que os voy a contar en la publicación de hoy es real como la vida misma; como lo de perroflautas con un Mac, pero en versión china: pedigüeños con código QR.

Me imaginaba que en seis años China habría cambiado bastante. No hay nada más inherente a la sociedad china que los cambios rápidos y la increíble capacidad de su gente para adaptarse a cualquier circunstancia; basta con ver lo lejos que han llegado en apenas cuatro décadas, cuando otros países y culturas han experimentado ese mismo nivel de evolución a lo largo de dos o incluso tres siglos. De modo que, en efecto, no me cabía duda de que China habría cambiado... Pero lo que no me imaginaba era en qué sentido.

Paseándome por Shanghái, Chengdu y Beijing, descubrí muchas cosas que seguían siendo tal y como las recordaba; los mercados callejeros, las actividades en los parques, la ajetreada vida nocturna durante los meses de calor... Es verdad que Shanghái la conozco solo como turista y que Chengdu ha sido una ciudad nueva para mí, pero Beijing sirvió para reafirmarme en la convicción de que lo esencial de la cultura china, la redomada chinez, permanece inalterada.

Sin embargo, hay algunas cosillas muy típicas de China que poco a poco han empezado a cambiar: por ejemplo, esta vez no me resultó tan fácil regatear con los vendedores callejeros. Antes podías regatear prácticamente con cualquier persona, era como un juego... Ahora, según la persona, hay hasta quien se ofende. Por ejemplo, en Chengdu encontré a un señor vendiendo paipais y abanicos. Me vendía uno por 7 yuanes, y por jugar y pasar el rato me lancé a la negociación y le dije que le compraba dos por 10 yuanes. El señor ni lo intentó, me mandó a mi país con un mai bu liao (卖不了, "no vendo") bien castizo y una mirada fulminante. Intenté darle un poco de jarilla recordándole que al día siguiente se pronosticaba lluvia (o sea, que iba a ser un mai bu liao pero de verdad de la buena, a menos que los paipais se pudiesen transformar en paraguas), pero ni por esas. Total, que me fui. No por ser rata y no darle 7 yuanes, sino porque lo que me interesaba no era tanto el producto como la experiencia de regatear por él, y el abuelo no daba juego.


El cambio más grande que he podido presenciar ha sido el de la completa integración del sistema de pago por móvil en la vida cotidiana, con AliPay y WeChat Pay como principales aplicaciones. Los primeros días cuando andaba por Shanghái, cuando veía a mis compañeros de trabajo pedir en el restaurante y pagar con el móvil (como si estuviesen pidiendo desde casa, prácticamente, solo que estábamos en el establecimiento sentados), pensé que quizá podría deberse a que la zona de nuestra oficina es de las más modernas, con mucho tránsito, y que estos sistemas estaban más integrados para facilitar y acelerar las transacciones. ¡Pero no podría haber estado más equivocada! El primer gran choque cultural se sucedió cuando una noche, estando en un establecimiento bastante normalito en las inmediaciones del Jardín Yu con un par de compañeros, se nos acercó una anciana pidiendo limosna. Uno de mis compañeros la miró y le dijo "abuela, no tenemos dinero, la gente ya no lleva dinero encima"... La abuela insistió un par de segundos más agitando la taza que llevaba en la mano y, cuando vio que no iba a conseguir ni una mísera moneda, se abrió ligeramente la chaqueta que llevaba encima y dejó a la vista un código QR.

Al principio yo me quedé un poco desconcertada. El contexto y el discurso sugerían que, en efecto, la señora estaba pidiendo que le diésemos dinero escaneando el código; pero claro, el contraste es tan basto, que en ese momento te dices "no, no puede ser". Es más o menos como ver a un oso panda bailando en tutú rosa dentro del restaurante, el cerebro sencillamente descarta esa información. Porque es absurda. Pero entonces recordé un factor muy importante: China es absurda. De modo que sí, por supuestísimo que la abuela tenía cuenta de WeChat Pay y estaba mendigando con un código QR. De hecho, solo con eso, esa vagabunda ya aceptaba más métodos de pago que la mayoría de establecimientos europeos que conozco. A flipar, señores.

Foto sacada en Yandai Xiejie (烟袋斜街), Beijing. Por delante tenía un QR más grande y plastificado, pero comprenderéis que no me iba a poner a echarle fotos en la cara...

A partir de ese momento, empecé a fijarme en todos los sitios en los que se podía pagar sin usar dinero. Y la respuesta fue simple y directa: en todos. Absolutamente todos.
  • En el metro, la gente ya no usa las típicas tarjetas de transporte que tan de moda estaban en las ciudades grandes (一卡通); ahora lo normal es que pagues peaje con el móvil, escaneándolo como si de un pase se tratase.


  • En los restaurantes, puedes pedir la comida directamente desde tu móvil entrando en la apli del restaurante, y dejarlo todo pagado desde la misma. En su defecto, puedes esperar a que el camarero venga a tomarte nota a la mesa, te diga el precio total y entonces escaneas el código QR y le pagas sobre la marcha. Por ejemplo, cuando estuve comiendo pato laqueado en Beijing, en la esquinita de mi mesa estaba el código para pagar. Como mi cuenta de WeChat estaba bloqueada (y, aparte, tampoco tenía todo lo necesario para usar el pago con WeChat), lo hice como una medievalista: con mi sucia tarjeta del banco... Me sentí como una auténtica reliquia aferrándome a mi tarjeta y a mis billetes.
Foto de mi mesa en Quanjude, Beijing
  • En los supermercados, muchos ya han incorporado el pago por móvil también; o bien pasas por las máquinas que te permiten hacer la compra por tu cuenta y escaneas el código para pagar, o bien por la caja de toda la vida, solo que ahora estas también tienen unas pantallitas digitales donde sale el código con el precio al final.

  • En las tienduchas de comestibles (o de lo que sea) que hay en cada rincón, todo el mundo tiene sus códigos pegados en un cartel, en el mostrador, en una columna. Cuando Jake y yo fuimos a Beikeda (nuestra uni), nos pasamos por el chambao del tío que arreglaba bicicletas (xiuche 修车). El señor se había adaptado a la demanda del mercado y ahora arreglaba bicicletas, vendía tabaco, refrescos, y posiblemente también organizase bodas, bautizos y comuniones si se lo preguntasen. Allí tuve la oportunidad de pagar usando este método con el móvil de otro, que es como diez veces más gratificante que si una usase el propio porque sabes que el dinero no es tuyo. Jake me hizo un pretty woman del todo a 100, solo para ayudarme con el blog, aquí tenéis el vídeo.



Tengo que decir que todo esto me parece muy conveniente, práctico y de fácil adopción. Tiene sentido que la sociedad evolucione en esta dirección, y no me importaría ver este tipo de comodidades haciéndose hueco en el Viejo Continente dentro de poco. Pero eso no quita que, cuando se te acerca el vagabundo de turno con el QR del WeChat, no te quedes con el culo roto en el sitio. Pero qué os voy a contar, China es un país de contrastes. Quizá sea por eso por lo que me gusta tanto, porque nunca deja de sorprenderte, de sacarte de la rutina y de tu área de confort.

Para mi próxima visita a China, lo tendré todo configurado y listo para usar WeChat Pay. Ya os contaré qué pasos hay que dar para conseguir que funcione.

Miradlo ahí, tan socarrón... Hasta el árbol quiere que le paguéis con código QR 😋

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