Un viajazo de regreso (在路上辛苦啦)

Queridos amigos, ¡estoy en casa!

Aeropuerto de Beijing 北京首都机场

Como ya anunciaba en mi entrada anterior, el plan para estas vacaciones de invierno, al contrario que la mayoría de mis compañeros extranjeros, consistía principalmente en volver a casa, a Granada, a pasar unos días con mi familia y amigos. 

Mi periplo comenzó a las 23:00 del domingo día 8, hora en la que decidí arrastrar mis dos maletas (una cargada de souvenirs, otra cargada de libros) hacia la puerta sur de mi universidad para buscar un taxi, siempre ayudada por mi inseparable ruso del que, sinceramente, me dio pena despedirme. Lo menciono como algo novedoso porque, dado mi carácter, normalmente me alegro bastante de despedirme de la gente. Y la gente de despedirse de mí, ya puestos.

Llegué al aeropuerto a las 23:40, un trayecto cortito, y para las 00:30 ya había facturado mi equipaje (tuoyun xingli 托运行李) tenía mi tarjeta de embarque (dengji pai 登机牌) y había pasado el control de seguridad (jian'an 检安). Un detalle importante a tener en cuenta a la hora de pasar el control es que hay que rellenar una tarjeta por motivos de inmigración (cosa que también ocurre cuando vas a entrar en el país, por cierto). Conviene estar al loro y no olvidarse de la tarjeta, porque caso de olvidarla puedes verte en la tesitura de tener que volver a hacer la cola otra vez... Una vez terminado el proceso, me dediqué a buscar la puerta de embarque (dengji kou 登机口) y ya luego a esperar. 
Tarjeta de entrada y salida del país

En la sala de espera noté ciertos elementos que merece la pena destacar: los pasajeros eran, en su mayoría, chinos y rusos, aunque también había ciertas personas que, aún teniendo "cara de chino", desentonaban de alguna forma. La verdad, me enorgullece pensar que, en solo 4 meses, soy capaz de distinguir (o, al menos, intuir) quién es chino y quién no solo por el aspecto de la persona o sus gestos y expresiones. El caso es que había gente rara. Rara de cojones. La chica que tenía en frente hablaba chino perfectamente, pero la forma en que se comunicaba con sus interlocutores (dos señores chinos y, me atrevo a afirmar, de Beijing) era... pues muy poco china. No sabría decir por qué, exactamente, pero había algo en su forma de actuar y hablar que no encajaba en el molde "mujer china de veintitantos". En cierto sentido, era como observar un cubo intentando encajar en el hueco del cilindro. Tras contemplarla unos minutos, pensé, "si es china, está loca".

46 minutos de espera, amenizados por el circo de los horrores
Luego había un grupo de gente bastante fachosa. No es que los chinos sean el culmen de la estética, pero aquellas personas eran especialmente... bueno, chabacanas, si se me permite la expresión. A las mujeres les faltaba el ramito de mirto para ser las gitanas del Zacatín, y los hombres tenían un comportamiento... pues muy poco chino, ¡caray! En especial, había un hom... una perso... había un INDIVIDUO terriblemente bizarro, mediana edad, esférico, saltarlo o rodearlo daría lo mismo, pues uno quedaría automáticamente atrapado en su campo de gravedad y orbitaría entorno a él para siempre. Era de naturaleza bastante inquieta. Se pasó una hora agarrado a un pilar, meneando la cadera a un lado y a otro y moviéndose de acá para allá. De vez en cuando, su naturaleza inquieta se convertía en "naturaleza bochornosa" cuando alternaba el movimiento de cadera lateral con otro de vaivén, hacia delante y hacia atrás... Al final, la loca resultó ser coreana y, los chabacanos, mongoles. Y, por supuesto, todos se sentaron a mi alrededor en el avión (cómo no).
Pasé el viaje durmiendo, comiendo y conversando con un señor chino sentado a mi izquierda. Temí por mi vida cuando el mongol esférico se levantó para reanudar su movimiento de vaivén en pleno vuelo, pues había un cierto porcentaje de probabilidad de que el avión pivotase sobre su eje horizontal... De todas formas, cuando me percaté de que el hombre estaba en ropa interior de cintura para arriba y sudando a chorros, dejé de centrarme en su bamboleante y armónico oscilar. Habría dormido durante todo el viaje de no ser porque, de vez en cuando, un dedito chino se me hincaba en el brazo pidiendo permiso para salir e ir al baño...

El segundo vuelo se hizo más pesado. La escala en Moscú consistió en unos escasos 30 minutos, pues habíamos salido de Beijing con 46 minutos de retraso, lo cual propició una cierta sensación de rapidez... Pero ya en el aire, hay un número limitado de veces que comer, dormir o ir al baño pueden resultarte lo suficientemente entretenidos como para que se te pase los minutos volando. Concretamente, el tema de las comidas era exasperante: te pasas 15 horas en un tubo de metal sin moverte, y te ponen 3 ó 4 veces de comer... Solo comí un par de veces, pero aún así me sentía como el gordo de la película Seven, cuando lo obligan a comer hasta morir.

Aeropuerto de Moscú (Sheremetyevo) y tres señoras rubenescas

Catering pantagruélico de Aeroflot

Y bueno, al final, a las 10:40 de la mañana del 9 de enero, llegué a Málaga. Había salido a las 3 de la madrugada del mismo día 9, así que resultaba un poco extraño pensar que, 15 horas después, solo eran las 10... Allí me enteré de que mi vuelo era el primero en tomar tierra esa mañana, pues las condiciones meteorológicas habían obligado a los controladores a desviar todos los vuelos a Granada o a Sevilla. Habría estado gitano que desviasen mi vuelo a Granada, después de tener a mi novio esperando en Málaga desde las 10... Más tarde, también me enteré por las noticias de que, la mañana del día de mi partida (en Beijing, un día antes) se había alzado una nube de contaminación en la capital china que había provocado la cancelación de un montón de vuelos. Vamos, que no tengo ya más suerte porque no se puede, todo a mi favor 一帆风顺.

Costa malagueña y pescaíto frito

Después de comerme media costa del sol en El Tintero, condujimos hacia Granada. Por supuesto, lo primero que noté nada más descender del avión fue la increíble temperatura invernal que se gastaban los malagueños: 20ºC. Lo segundo, el acentaco andalúh. Casi inmediatamente, comencé a extrañar muchísimo el sonido del chino (increíble, pero cierto). Conforme avanzábamos por la carretera, observaba los paisajes que amenizaban nuestra travesía, mucho menos verdes que los de Beijing. Y Beijing no es que sea muy verde, que digamos. Y ya cuando llegamos a la capital, me di cuenta de lo increíblemente pequeños que son todos los edificios. Daba la sensación de que los habían dejado a medias, como la Catedral... En Beijing todo es tan enorme... La última sensación impactante de aquel día fue tumbarme en mi cama. A duras penas, conseguí aguantar hasta las 21:00 sin dormir, momento en el que mi cuerpo se rindió definitivamente a la llamada de Morfeo, así que me fui a la cama como un zombi, conducida por mi madre. Cuando me senté en ella, la sorpresa me asaltó: "¿Mamá? ¿Este es mi colchón? ¿No lo has cambiado?" Mi madre me miró entre extrañada y divertida, "No cariño, es tu colchón de siempre...¿por qué lo dices?" "¡Porque está blando!".

Es como dormir en una nube...


Creo que esta experiencia (que, gracias a dios, no ha hecho más que comenzar) me ha servido, en primer lugar, para valorar lo que tenemos, todas las comodidades de que disfrutamos y que exigimos como si nos correspondiesen de pleno derecho; en segundo lugar, para darme cuenta de que, en realidad, no las necesitamos. Vamos por la vida exigiendo, siempre mirando por encima del hombro, preparados para pelearnos con el primero de turno que haga algo que consideramos no ser adecuado o que no satisfaga nuestras expectativas. Es un estilo de vida muy estresante. Esto, al menos en mi corta experiencia, no lo he visto en Beijing.

Creo que China es una escuela de vida. Te abre los ojos, y te abre la mente. Puede gustarte o no, pero hay que admitir que China te cambia. Y te cambia para mejor.

Comentarios

  1. Me encanta seguir leyendo tus artículos en ese estilo que tanta personalidad les das, y esos pies de foto que valen oro!
    Por cierto, tu cara en la foto de la sala de espera lo dice absolutamente todo.

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    1. Sí, Ed, no sé qué horas serían cuando tomé esa foto, pero nadie decente debería estar en pie a esa hora, fijo XDD

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  2. Tu de China a España.... yo, hace 12 años... de Japón a Chile... son cambios culturales, con jetlack incluído, que obligan a pensar un poco, pero que por lo bruscos, nos dejan algo lelos al principio.... pero también... algo mas.... coocedores.... son experiencias que se atesoran toda la vida.
    Descanza, que luego tendras que seguir con los laburos y los "estudeos"...

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    1. Guau! Menudo cambio! La verdad es que sí, coincido contigo en que son experiencias muy enriquecedoras y que merece la pena vivir, compartir y recordar :) Veremos qué nuevas experiencias vivo cuando regrese el mes que viene... Vivir en Japón también tuvo que ser toda una aventura, cuánto tiempo estuviste allí?

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