Vuelvo a casa por Navidad (一放寒假,就回国)

Como el turrón. Sí señor. Y así, a ojo, prácticamente con el mismo contenido de azúcares y grasas en el cuerpo.

Esta noche, después de 4 meses y medio de agotador estudio de la lengua china y de supervivencia en estas tierras extrañas pero fascinantes, por fin cogeré un avión para volver a mi casa y celebrar las navidades. La verdad, parece que fue ayer cuando llegué por primera vez a Pekín, la ciudad que se ha abierto hueco en mi corazón a base de estruendosos escupitajos y repentinas invasiones olfativas de chou doufu.

Lo recuerdo perfectamente, con total claridad, como si acabase de suceder... y, la verdad, fue espantoso. Pero, como siempre, vayamos por partes.

Universidad de la Ciencia y la Tecnología, 北科大
Cuando, por fin, bajamos del avión, serían más o menos las 10 de la mañana del 26 de agosto. Tuvimos que pasar una serie de controles y, por supuesto, enseñar nuestro visado de acceso para que nos permitiesen entrar al área "nacional" del aeropuerto y recuperar nuestros equipajes. Ya en aquel momento empecé a encontrarme con elementos totalmente ajenos a mi cultura, como por ejemplo el panel de botones de "grado de satisfacción del usuario", podríamos llamarlo. Estos, como descubriría más adelante, se encuentran en todas las ventanillas de cualquier institución o negocio que tenga un trato directo con el público, véase bancos, cajeros, taquillas, etc. En función de cómo se comporte contigo el trabajador de turno, presionas un botón u otro, dejando así constancia de la calidad de su trabajo.

Una vez recogidas las maletas, dirigimos nuestros pasos a la salida del aeropuerto. Lo primero que percibí cuando las puertas automáticas nos dieron paso al exterior fue el olor. El aire olía diferente. No era un mal olor, solo era un olor distinto, jamás lo había percibido antes. Recuerdo que, durante unos cuantos días, estuve echándole colonia a mis cosas para que no se les pegase ese olor, y siguiesen oliendo a mi casa. Una vez en la calle, los empleados del aeropuerto nos ayudaron a coger un taxi. El taxista de marras, en un principio, decía que no podía llevarnos a las dos (a Marisol y a mí) porque, entre maletas y personas, no cabíamos en el coche. Los empleados del aeropuerto nos ayudaron a lidiar con el problema, y nosotras mismas metimos baza en la conversación (¡dios sabe cómo!), convenciendo finalmente al taxista de que convirtiese su taxi en la típica caravana moruna a la que tan acostumbrados estamos los conductores de la A-92. "Vamos a la Universidad de la Ciencia y la Tecnología", le dije, "que está en Xueyuan lu 30". Cuando llevábamos un rato en el coche, el taxista me preguntó "¿a qué puerta?", lo que, de entrada, me dejó un tanto descolocada. En Granada, mi pequeña, pequeña Granada, las facultades sólo tienen una puerta. La Puerta, vamos. "Pues... ¿a la principal?" le dije, con toda la confianza que me fue posible. Ahora que lo pienso, seguramente en ese momento el hombre se dio cuenta de que no había pisado China en mi vida, pero aún así se privó de engañarnos o darnos vueltas innecesarias por la ciudad hasta llegar a nuestro destino. Ventajas de hablar chino.

Edificios de dormitorios dentro del campus

Cuando vas en el taxi, nada es diferente. Es una ciudad más. Enorme. Calles amplias, calles grises. Edificios altísimos, a veces con colores pastel (de lo más hortera)... Al final, llegamos. Sabía que habíamos llegado porque tuvimos que atravesar unas puertas con una barrera de parking, flanqueadas por dos guardas de seguridad. Pero no parecía una universidad, comparada con lo que, hasta la fecha, yo había conocido... Como descubriría más adelante, habíamos entrado al recinto a través de la Puerta Norte, que es, por cierto, la segunda más alejada de mi residencia. El taxista condujo hasta donde pudo (porque dentro del recinto hay áreas de acceso restringido a los vehículos) y nos soltó en la zona norte, en una calle repleta de tienduchas destartaladas y con el ambiente menos universitario que podáis imaginar. De hecho, la zona norte de la universidad se compone, en su mayoría, de pequeños bloques de viviendas normales y corrientes, con sus cien mil millones de bicicletas viejas y oxidadas aparcadas a lo largo de las fachadas, su ropa tendida en la calle y todos los elementos clásicos del típico barrio arrabalero. Por supuesto, no pasaría mucho tiempo hasta que descubriera que estos elementos también se hacían extensivos al resto de la Universidad.

Calle en la que me dejó el taxi, "dentro del campus"...

Aspecto de uno de los locales por dentro

Aquella mañana había llovido. Yo estaba un poco deprimida, no solo por la reciente despedida de mis seres queridos, también porque mi móvil no funcionaba y no tenía manera de comunicarme con ellos. Así que allí me hallé, en medio de ninguna parte, en lo que, a mis ojos, era una húmeda y gris calle post-apocalíptica, sin saber adónde tenía que ir y sin visos de encontrar a nadie que lo supiese. Y entonces, la dama Fortuna me guiñó un ojo, y justo detrás de mí aparecieron una chica europea y un muchacho moreno, posiblemente de las islas del pacífico. Con su ayuda, conseguí llegar hasta el edificio 4, principal residencia de todos los estudiantes de nacionalidad extranjera de esta Universidad. Mis bártulos me estaban matando. Llevaba una maleta grande, cargada hasta los topes, más el equipaje de mano, más la cámara de fotos grande, más un bolso de viaje también cargado a reventar. Después de 15 horas de viaje, parecía la transeúnte que daba de comer a las palomas en el parque en la película Solo en Casa 2 aunque, desafortunadamente, sin carrito de la compra.

Es como mirarse en un espejo...
Y resultó que no era allí. Después de toda la parafernalia, no era allí. Así que estos chicos tan amables nos condujeron hasta el edificio de relaciones internacionales, departamento de cooperación, oficina de colaboración de Taiwan, Hong Kong y alucinancia en general, que es el edificio en el que resido. Eran apenas unos 100 ó 200 metros de recorrido, pero se me iban a caer los brazos.

Mi "larga marcha" hasta mi dormitorio el día de llegada
Y lo demás ya es historia. El encuentro con las instalaciones, la gente, mis impresiones, todo eso ya lo conocéis. Esta noche me voy a casa pero, cuando llegue la hora de volver a Pekín, también podré decir que "me voy a casa". Creo que no se puede tener mejor suerte que esa.


北京欢迎你!¡Sois bienvenidos!


Comentarios

  1. Genial!!! Sí que tuvo que ser impactante tu primer contacto con la "Universidad"... hasta yo estoy impactada con las fotos de las bicis y El Corte Inglés. Jajaja.

    ¡Buen Viaje, cariño! En tu casa de occidente se cuentan las horas para poder abrazarte :*

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  2. Me alegro!, espero que tengas buen viaje y disfrutes de cada momento en occidente. Un besazo y bienvenida

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  3. Seguramente cuando leas esto ya estarás en territorio españolito, así que ¡BIENVENIDA DE NUEVO!
    No hay suficiente blog para dejar constancia de las ganas que tengo de volver a verte ;)

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  4. Que la pases bien en casa y que vuelvas a China recargada....hay ciertamente lugares a los que me gustaría volver, pero debo dejar esos deseos a tiempos mejores en que pueda satisfacer mis gustos y no a estos tiempos en que debo satisfacer las necesidades de mi familia y en parte los mios propios.... buen viaje...

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  5. Can't wait to see you!! :)

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  6. Gracias, Atonau :) Espero sinceramente que esos tiempos mejores que mencionas lleguen pronto y te brinden la oportunidad de volver adonde desees, ¡y acompañado de tu familia! Los lugares especiales hay que compartirlos con los seres queridos, seguro que merecerá la pena la espera :)

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  7. Duaddo, Carlita, ¡cuando queráis! Afortunadamente vamos a tener tiempo de sobra para vernos y aburrirnos de vernos, jajaja.
    Prima, eres un primor. Espero que nos veamos un día para poder darte el beso y el abrazo que te mereces :)

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