Wu Weili

El pasado jueves día 13 de enero, Granada presenció un suceso trágico. Es, sin duda, una de las muertes más crueles e impactantes, un acto brutal y despiadado que hace fácil perder la fe en el ser humano. Hace una semana, Wu Weili, una joven china de 29 años, fue asesinada a golpes con una losa de mármol por su marido dentro de la tienda de comestibles que ambos regentaban, ante la mirada atónita e impotente de los espectadores contenidos al otro lado de la puerta del establecimiento. Para cuando llegó la policía, para cuando rompieron del cristal de la puerta, ya era tarde...

Noticia del periódico digital

No me imagino lo que debe ser estar muriéndote en el suelo de tu tienda y escuchar cómo se abre la puerta para dar paso a un cliente; no puedo imaginarme ese fugaz destello de esperanza, ese "van a salvarme" que, seguro, pasó por su cabeza; y lo que menos puedo llegar a concebir es lo que debió sentir cuando escuchó a la gente salir corriendo del local, y luego una vuelta de llave en la cerradura sentenciar su inexorable destino...

Pero no es su muerte lo que me hace escribir esta entrada, sino su recuerdo. Yo paso todos los días por esa misma calle de camino a la Facultad, y anoche vi algo que me emocionó profundamente. Ayer, cuando pasé por la calle Trajano hacía horas que había anochecido, pero la calle resplandecía con el amor y el desvelo de muchas personas. Allí, en el tranco del local, decenas de velas de colores se agolpaban frente a la puerta, convirtiendo el olvido en un precioso adiós. Y, para mí, que siempre busco una perspectiva relacionada con la cultura china, en un faro que ilumina el camino de Wu Weili hacia el otro mundo.

Y me sentí feliz. Saber que no importa lo lejos que estés de tu familia, que siempre habrá alguien en algún lugar del mundo que ponga una vela por ti... Y eso es lo que hoy quiero compartir con vosotros.
Puerta del local, en calle Trajano n.º 8

Esta tarde iré a poner una vela frente a esa puerta, en seña de respeto. Y, sobre todo, como agradecimiento a Wu por haberme regalado algo que ella ni siquiera sospecha: una pequeña esperanza.





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