Reflexiones: la China racista

¡Buenos días, compañeros de aventuras!

La entrada de esta semana es un poco más subjetiva que el resto. En general, todas las publicaciones que hago se basan en mi opinión personal, más algunos datos que me gusta añadir a modo de ayuda para los viajeros. En la de hoy, quiero compartir con vosotros una de las conclusiones más importantes (y descorazonadoras) que alcancé viviendo en China, y más concretamente en mi universidad (北科大) y alrededores, y que es, además, el ingrediente secreto de la fama y el triunfo en este país: los chinos son racistas.



¿Vaya forma de empezar el día, eh? Tranquilos, que la entrada no va a ser tan tremendista como anticipa; pero considero importante llamar a las cosas por su nombre, y no decir a las claras que los chinos no son objetivos a la hora de «valorar» a la gente no va a hacerlos más imparciales. Son racistas, pero no racistas de capucha blanca y antorcha ardiendo en la mano; sencillamente sienten predilección por determinados grupos raciales para unas cosas, y dan ventaja a otros para otras. Del mismo modo, no todos los «blancos» tienen el mismo caché, y unos son mejores que otros. Son racistas y clasistas, con todo el dolor de mi corazón. Pero lo son.

Cuando estuve viviendo en China, descubrí esta terrible realidad desde el lado más privilegiado del espectro. Me sentó como tres patadas en los «mismísimos» igualmente, porque tengo un sentido muy profundo de la justicia, pero al menos me tocó ver pasar los acontecimientos desde el vagón de 1ª clase del tren de las locuras chinas, podría decirse. Y es que el sistema de evaluación de extranjeros se basa en un principio muy simple:
  • Si eres blanco, vales para cualquier trabajo, te llaman para todo y se te tiene que pagar más.
  • Si eres negro (o moreno de piel), podrás hacer ciertos trabajos, y te llamarán para cosas en las que mostrar que son abiertos y tolerantes con un ambiente interracial salga beneficioso, pero se te pagará lo mínimo.
  • Si eres chino (porque ni los chinos se libran), entonces ya sabes lo que toca: pártete el lomo estudiando, y ni te quejes por las condiciones de vida/trabajo miserables que te va a tocar aguantar en tus primeros años de egresado. O para siempre.
Yo pertenezco a la primera categoría, así que tuve a la universidad encima desde el día en que llegué: que si necesitamos a alguien para la fiesta de Navidad (a la que asistían directores de otras universidades), que si nos gustaría que dieses una clase de cultura a los estudiantes, que si actuación para el 60º Aniversario de la USTB, vamos a ir a la conferencia del cuartel general de la policía (que se grabaría en vídeo, oh qué casualidad...), canta, baila, salta...

Los propios estudiantes de la universidad también sacaban partido de esto: los chinos tienden a usar extranjeros para sus proyectos de clase, como videoclips, cortos y películas. A mí un día me secuestró un grupo de chinas que me habían visto bailando para el 60º Aniversario y me pusieron a grabar un videclip junto con un compañero, con la canción California Dreams, de buenas a primeras. Nos llevaron a la casa de una, sin más, y pasamos la mañana con ellas...

«California Dreams», con Makesi como protagonista masculino.

Y ahí voy yo rodando mi escena, con media universidad detrás de la cámara.
Colocándome el micrófono y todos los detalles.

Los estudiantes chinos siempre se portan bien con los extranjeros. Los hay que pagan por la ayuda que les prestas, pero en general suelen compensarte invitándote a comer o a cenar para darte las gracias. Para ellos, esto no es pecata minuta, ya que tienen que compartir piso con varios para que la estancia les salga rentable, así que es de agradecer.

A veces son los propios estudiantes internacionales los que hacen negocio aprovechando esta debilidad que los chinos sienten por los extranjeros. Recuerdo que una vez Diljeet, mi amigo paquistaní, quería comprar un ordenador de segunda mano que vendía un chico de la universidad. Fuimos a su cuarto, compartido con otro muchacho (ambos negros, por cierto), y nos quedamos alucinando: aquello era como el departamento de electrónica de la FNAC... sistemas Dolby de sonido, ordenadores de mesa con luces led de neón, videoconsolas de última generación... Una pasada, señores. Al principio pensamos que esos tenían que estar metidos en algo, porque con la beca que da la universidad y con las poquitas oportunidades (y la mierda de sueldos) que les pagan a los negros en los trabajos, aquel nivel de «bienestar» era totalmente imposible. Pero pronto descubrimos el secreto: los muchachos africanos, de oriente medio y sureste asiático, en vista de que no tienen muchas posibilidades de ganar dinero haciendo anuncios, cortos, o dando clases, se hacen intermediarios de estas agencias de cazatalentos.

Como intermediarios, los paquistaníes, iraquís, africanos, etc., pueden sacar tanto o más partido que los europeos monetariamente hablando. ¿Por qué ganar una miseria una vez cada X meses haciendo un corto, cuando puedes forrarte día a día haciendo de gancho para la gente que necesita actores? En China hay que buscarse la vida, y hacer un uso inteligente de tus condiciones es el medio más fácil.

Rashid (Siria) y Dil Faraz (Paquistán), dos de los compañeros con los que rodé la escena del cubo de Rubik. Como podéis ver, ambos son bastante «blancos» para ser de donde son. Aun así, cobraron menos que yo al terminar la jornada.

Detalle de una de las escenas. Ganó el chico de pelo rizado y ojos azules (que tenía cierto retraso mental según la escena, por cierto...). Si queréis saber más sobre esta historia, no olvidéis leer el artículo «Eres un gordo maravilloso».

Como ya os digo, si eres negro o moreno en este país, encontrar un trabajo bien remunerado puede costarte mucho. Uno de los trabajos que más oferta tiene, por ejemplo, es el de la enseñanza de inglés como segunda lengua, pero son puestos que pretenden cubrirse con gente blanca, principalmente, e independientemente de su capacidad para enseñar un idioma. O su conocimiento del mismo, ya puestos. Yo estuve trabajando una temporada como profe de inglés y de español para grupos de distintas edades y en clases particulares. Sobre mi experiencia en este campo tendré que escribir un artículo aparte, porque da para mucho... Pero esa es otra historia. El caso es que yo, al menos, sabía inglés, y no tengo acento español cuando lo hablo. No es por darme aires, pero dentro del grupo de personas «no nativas de la lengua inglesa», al menos yo me dejaba la piel preparando lecciones, practicándolas para no pasar vicios a los niños, y aparentando. Pero luego veías a los rusos, por ejemplo, que lo mismo en un buen día acertaban a decirte los pronombres personales sin atragantarse con ellos, pero a final de mes les pagaban lo mismo que a ti, y sus niños habían aprendido un mierdón con ellos. Pero eh, son blancos, rubios y tienen los ojitos claros. Suficiente. Mucho mejor que un negro americano...

¡Y abróchense los cinturones, señores, porque aquí viene otro maravilloso giro de la mentalidad de negocios china! Normalmente para los puestos de enseñanza de inglés se piden hablantes nativos de la lengua o, en su defecto, europeos. Tienes que hacer una entrevista para demostrar que no tienes acento (cosa que aún no entiendo cómo puede juzgar un chino...), para que evalúen la pinta que tienes, y para entregar tu CV que acredita que estás capacitado para el puesto... Y, si no lo estás, tranqui que ya me ocupo yo

Aquí tenéis a la profe americana, de padre estadounidense y madre española. Yiiihaaaaa!

Enseñando a los críos a vaciar calabazas en Halloween.
Lo de mi currículum creo que es una de las cosas más fuertes que he vivido nunca (aparte de mi padre diciéndome cosas como «quiero nietos, pero no yernos», o «tú di que te han robado el coche y así no hay que pagar el impuesto de circulación»). Resulta que mi condición de traductora-intérprete de la lengua inglesa no era suficiente; comprensible hasta cierto punto, pero yo era demasiado rubia y demasiado blanca como para que mi condición europea se interpusiese en el camino del éxito. Así que me hicieron americana y falsificaron mi currículum, sin yo saberlo, y me contrataron. Os podréis imaginar la cara que se me quedó el día que el padre de uno de mis niños me preguntó «¿qué, y cómo es estudiar en una universidad americana?»...

Cri, cri...
Cri, cri...

Me tuve que inventar sobre la marcha que mi padre era de Texas, y que mi madre española lo había conocido en un viaje de vacaciones y que ahora, tras muchos años, estaban divorciados y vivían cada uno en una punta del globo. ¡Pero ojo, que ahí no acaba la cosa! Para esos niños era propicio que yo fuese americana... Pero me asignaron un estudiante de 20 años de la universidad que estaba más interesado en aprender inglés británico, así que para ese hicieron un segundo currículum (viva Photoshop) en el que mi universidad era Oxford, y mi padre pasó a ser alguna suerte de cateto hooligan de las afueras de Londres.

Por la cara. Bueno, por la mía. Por mi maldita cara blanca de ojos verdes.

Como he mencionado al principio, de esto sacan partido hasta los propios directores de la universidad. Hay veces que les interesa más un tipo de estudiante; otras solo quieren dárselas de internacionales, y meten un popurrí de gente de todas las razas en sus eventos públicos para quedar bien de cara a la galería. Y tu teléfono móvil, que en teoría la universidad lo tiene para localizarte en caso de necesidad o emergencia, va por ahí de mano en mano, rulando como un canuto de mariguana... Así terminé yo cantando y bailando en el 60º Aniversario de la USTB, vestida de ataque epiléptico y con las zapatillas de Marti McFly de Regreso al Futuro. La de la fiesta de Navidad le dio el teléfono al profe que se lo dio al profesor Li que se lo pasó a la organizadora de eventos que bla, bla, bla, bla.
A lo Julio Iglesias.

Y sí, esta actuación salió por la tele, está en YouTube y tuvo una audiencia presencial de 3000 personas.

Y a los chinos les pasa tres cuartas de lo mismo: en el momento en el que la universidad se entera de que algo se te da bien, si quieres estar en buenos términos con ellos más te vale ofrecerte obsequiosamente a poner tus buenas dotes a su disposición: cantando, bailando, tocando un instrumento... lo que sea.

Y ese, amigos, es el secreto para triunfar en China: tienes que ser americano; o blanco; o parecer alguna de esas dos cosas; o aprovecharte de esa debilidad de los chinos, si no lo eres.

Hasta aquí el artículo de esta semana. Espero que no os haya resultado demasiado tedioso, pero hay días que, por mucho que eche de menos China y por mucho que me gusten los chinos, me levanto recordando por qué me tuve que ir de allí, y me reafirmo en mi buena decisión. La globalización y el paso del tiempo harán que estas circunstancias cambien en el futuro; pero esta fue la China que me tocó vivir a mí, y aquí dejo constancia para quien le interese conocer mi experiencia.

¡Feliz semana a todos!

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