Un cambio de vida: ¡me voy a Beijing! 北京欢迎我!
Bueno, han pasado muchas cosas desde la última vez que me detuve a escribir en este blog...
Para empezar, he terminado la carrera, ¡quién me lo iba a decir! Han sido cuatro años de trabajo intensivo, de ilusiones, frustración, desencuentros y renovadas esperanzas; en el ámbito personal, he conocido a gente muy interesante, compañeros sensacionales, chupasangres caradura e idiotas redomados; académicamente, he aprendido el valor del esfuerzo y la constancia en el trabajo, y que la perseverancia da sus frutos... En esencia, han sido cuatro años que, a pesar de los momentos amargos y estresantes, se han hecho cortos. Ahora toca empezar una nueva vida, ¡y en menos de dos meses comenzaré ese nuevo capítulo de mi historia en la legendaria Catay! Pero mi viaje comenzó mucho antes...
Recuerdo mi primer día en la Facultad de Traducción como si fuese ayer: llegué, si se me permite la expresión, con los huevos por corbata, cargando sobre mis hombros el peso de dos carreras abandonadas, sabedora de que aquella era mi última oportunidad de tener estudios universitarios y sin tener ni idea de qué me iba a encontrar.
Patio de la FTI |
Consulté el horario previsto y encaminé mis pasos hacia el aula 2, aula en la que, junto a la 14 y la 15, tendríamos la mayoría de las clases, ya que el número de ilusos matriculados en primero supera con creces la capacidad del resto de las aulas. Giré por el pasillo a la derecha para encarar la puerta del aula 2, y vi al fondo del pasillo a un chaval alto y solitario, que jugaba con una goma de borrar en forma de dinosaurio; inmediatamente llamó mi atención, y eso hizo saltar todas las alarmas de mi conciencia, ya que normalmente suelen atraerme las personas que no me convienen... «Ese tío, o es una magnífica persona, o un absoluto gilipollas», me dije, mientras observaba con atención el jugueteo incesante que se traía con la goma, seguramente para paliar los nervios que yo misma estaba experimentando. Esperé a distancia hasta que dieron las nueve, momento en que un conserje abrió la puerta del aula y nos dejó entrar.
Aquel día, 1 de octubre de 2007 (si mal no recuerdo), a las 9:00h de la mañana, poco sabía yo que estaba a punto de determinar mi destino. Me senté entre el montón, a una distancia prudente de la cátedra, arropándome en la comodidad que el anonimato y la masa proporcionan al nuevo estudiante. Tocaba chino, según mi horario. ¡Chino! Recordé aquella mañana, sentada en el Sancho con mi madre, tomando un refresco y decidiendo qué idioma elegir... ¡Qué poco sabíamos entonces! Los minutos, escasos, que tardó en llegar el profesor se hicieron eternos, pero entonces, de repente, entró un señor chino, portando un maletín en su mano, se detuvo unos instantes en la puerta para mirar a la clase y dijo un alegre "ni hao!" a la concurrencia. Fue automático: FLIPAMOS.
Cuando salí a las 11:00 de aquella aula, preguntando a mis compañeros si alguien más tenía clase de inglés, yo ya había encontrado una nueva meta para mi desmotivada vida universitaria; ese día, entre las 9:00 y las 11:00 de la mañana, decidí que quería estudiar chino. Y así empezó mi viaje...
Ahí estoy yo, carapapa total el mi segundo año |
Ha llovido mucho desde entonces: aquel chico de la goma se convertiría en mi inseparable amigo durante casi tres años (y en otra lección más de desconfianza que aprender), y el chino del maletín, Zhang Zhengquan, en mi maestro de por vida; luego llegaron otros, como Juanjo Ciruela, el español chinoparlante a quien más admiro, y que es mi modelo a seguir e inspiración; Alicia Relinque, con su jovialidad, su inmenso conocimiento de la literatura china y su generosidad de espíritu... la mejor traductora chino-español que puede haber; Pedro San Ginés y sus soporíferas (el pobre las impartía a las 16:00 entre marzo y junio... era inevitable) pero interesantes clases de civilización y pensamiento chino; y un larguísimo etcétera.
El último año de carrera encontré a mi pequeña familia, esas personas que te llevas en el recuerdo y en el corazón allá adonde vayas; menos de diez personas nos matriculamos en las asignaturas de Traducción 5 Científica y Traducción 7 Jurídica del español al chino en el último año; diez valientes, de aquellas casi cuarenta personas que llenaban el aula 2 aquel 1 de octubre...
Foto del día que secuestramos a Zhang para llevárnoslo a comer (con ayuda de Juanjo Ciruela) |
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Enhorabuena Lar, me alegro mucho de que lo hayas conseguido. Y escribe más a menudo, copón!
ResponderEliminarGracias Juanra! Prometo hacerlo ;)
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